lunes, 10 de diciembre de 2012

El movimiento obrero...


1)

 El movimiento obrero argentino tiene una larga y compleja historia de luchas. Fue iniciado poco después de la mitad del siglo XIX, tanto por la comunidad de obreros afroargentinos como por grupos socialistas y anarquistas llegados en la gran inmigración europea. Se desarrollaron grandes y poderosos sindicatos de industria que pusieron a la clase obrera como protagonista de la historia argentina y al mismo tiempo fue objeto de grandes persecuciones y matanzas.

  La historia de la lucha de la clase obrera argentina, se extiende desde la década de 1870 hasta la década del veinte y tiene su punto culminante en la Semana de Enero de 1919, los primeros años de la década del 30 hasta la década de 1970, y tiene como hitos fundamentales 1936, 1945, 1955, 1969 y 1975. Comenzado entre fines de los '70 y comienzos de los '80. En el primer ciclo las luchas tienden a darse por fuera y enfrentadas a él sistema institucional. En el segundo ciclo la tendencia es a que las luchas penetren el sistema institucional. En el tercer ciclo predomina el movimiento de repulsión desde el sistema institucional.

  En el último tercio del siglo XIX el capital extiende su dominio en la Argentina. Este proceso se vincula con una nueva fase del desarrollo del capitalismo, las nuevas condiciones de inserción en el mercado mundial potencian las transformaciones. Se constituye la gran burguesía argentina, cuyos intereses la llevan a establecer una fuerte alianza con el capital financiero a escala internacional. La "importación" y la acumulación local de capitales fueron acompañadas por la inmigración es decir la "importación" de trabajadores. El crecimiento de la población y su concentración en las grandes ciudades del litoral incrementaron la división del trabajo en la sociedad y ramos productivos de medios de consumo necesarios comenzaron a constituirse como tales.
  Es así cómo el proceso de desarrollo de las relaciones propias del capital se encuentra bien avanzado en la Argentina de los últimos 20 años del siglo XIX, dando un salto cualitativo cuando, con la resolución de la crisis económica de 1890, se produce un crecimiento de la actividad industrial propiamente dicha, no exclusivamente, en el litoral. Existen dos indicadores del dominio del Capital en la Argentina de fin de siglo: el peso del proletariado y semi-proletariado, y del arrendamiento, que pasa a ser una modalidad importante de acceso a la tierra en la producción agrícola litoral. La expansión de las relaciones capitalistas en la Argentina, produciéndose un cambio en el tipo social de explotación dominante y el paso de la fase de dominio del Capital mercantil a la de dominio del capital industrial. Se multiplica la masa de trabajadores no proletarios (artesanos, pequeños comerciantes, etc.) se va conformando, en el campo y en las ciudades, el proletariado argentino, inserto en la producción agrícola, en las manufacturas y en las incipientes industrias, sólo constituye la clase para la formación de la Clase obrera. Para conocer el proceso de su génesis como clase Social debemos tornar en consideración los enfrentamientos sociales en los que se va constituyendo.
  Los enfrentamientos Sociales ("guerras civiles") durante la segunda mitad del siglo XIX, son procesos de destrucción de modos productivos preexistentes, con la consiguiente subordinación de unas fracciones de burguesía por otras y la formación de una población asalariada; así como con las resistencias a esos procesos de subordinación y proletarización. El comienzo del proceso de génesis de la clase obrera en la
Argentina, debe situarse a fines de la década de 1870, en esta década se pueden observar  las distintas direcciones de la lucha de la clase obrera. La organización de las secciones locales de la Asociación Internacional de Trabajadores en septiembre de 1878. En los actos y movilizaciones del 1° de mayo de 1890, reclamando la jornada de 8 horas y en protesta por la matanza de Chicago, se observan ya las tres direcciones concertadas de la lucha, incluyendo la lucha política. Los obreros estaban en contra del despotismo del capital. Los obreros de un oficio se unen contra el intento de rebajar su salario por parte de algunas empresas y en contra de la prolongación de la jornada de trabajo.
  En la década de l880­1890 se extiende la organización de sindicatos por oficio y se realizan las primeras huelgas parciales, los obreros disputan con los patrones salarios y condiciones de trabajo, incluyendo la duración de la jornada. Esto conduce al enfrentamiento del conjunto de los obreros contra la clase de los capitalistas. Ese proceso, que comienza con la huelga de 1878, presenta 4 hitos, hasta alcanzar su forma desarrollada en la huelga general nacional del l y 2 de diciembre de 1904. Los hitos son, la huelga de los talleres ferroviarios de 1896;  la huelga general de los obreros panaderos de Buenos Aires en 1901, la huelga general de Rosario en 1901 y la primera huelga general nacional (22 de noviembre de 1902), en ella culminaron una sucesión de huelgas parciales que comenzaron en el puerto de Buenos Aires, se extendieron a los puertos de Rosario, Bahía Blanca y Zárate, al Mercado Central de Frutos y a los conductores de carros hasta hacerse general y política contra la intervención de tropas de ejército en Buenos Aires y la Sanción de la ley de Residencia. La huelga general nacional del 1 y 2 de diciembre de 1904, declarada por la Federación Obrera Regional Argentina, con apoyo de la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista, esta es la primera huelga general declarada en la Argentina, es decir, el primer enfrentamiento del conjunto de los obreros contra el conjunto de los patrones y el gobierno del estado, y, potencialmente, contra el régimen social vigente. Es en ese proceso en que, desde la perspectiva que asumimos, ha emergido la clase obrera.

  Entre 1901 y 1904 la huelga general se constituye en forma de lucha de la clase obrera argentina, la huelga con movilización de masas. Las huelgas generales de 1902 y 1904 comienzan siendo económicas, pero terminan tomando el carácter democrático de lucha de los obreros. A fines de 1905 y en 1906 vuelve a predominar la lucha económica. En 1907 la huelga es tomada como forma de lucha por otras fracciones proletarias, además de los obreros fabriles, de talleres y transporte como los trabajadores domiciliarios. En 1909 después de la Semana Roja, por primera vez un gobierno se vio obligado a aceptar las exigencias de los obreros. Surgió un incremento en el número de huelgas y a fines de ese año fue muerto el jefe de política Falcón. Al año siguiente las luchas de la clase obrera fueron contenidas con una intensificación de las acciones policiales y para policiales, la protesta social fue protagonizada principalmente por la clase obrera, que no fue la única en manifestar su descontento con las condiciones que la organización social y política del país imponía a quienes vivian de su trabajo. En 1912 las capas mas bajas de la burguesía agraria también desarrollaron un movimiento reivindicativo, reclamando la rebaja de los arrendamientos.

2) a)

  El brusco aumento de los contingentes inmigratorios en 1888 y 1889 crearon nuevas condiciones en la relación de la oferta y demanda de mano de obra en el mercado del trabajo, no totalmente alteradas por el flujo emigratorio provocado por las consecuencias de la crisis del noventa. En los principales centros urbanos, hubo un aumento del número de talleres y fábricas, también una extensión de los transportes y del conjunto de los servicios, van creando una capa más extensa y concentrada de trabajadores manuales urbanos.
  Todo impondrá una serie de modificaciones sustanciales, en el ámbito de las relaciones del trabajo. Hasta entonces la mayoría de los pequeños establecimientos, estaban basados en una explotación de tipo familiar, esto dejará paso a las  relaciones capitalistas más complejas.

  En el período 1890- 1914 encontramos cuatro o cinco bloques de la actividad económica que ocupan las cantidades más significativas de la mano de obra. En primer lugar es sector agropecuario, rural, que absorbe una cuota importante de los trabajadores manuales. En lo que hace a los sectores urbanos, la industria, aún semiartesanal en una amplia franja, con connotaciones capitalistas más definidas en otra, constituye uno de los sectores más importantes. Resulta claro que la denominación "industrias" oculta en los censos una abigarrada presencia de establecimientos de diverso tipo, que iban desde grandes fábricas modernas con centenas o más de mil obreros, hasta los pequeños talleres en los cuales el patrón trabajaba con los miembros de su familia o con algún aprendiz o ayudante a lo sumo. Se expresa a través de los índices bajos de concentración de mano de obra que tenían esas industrias. Los trabajadores a domicilio, estaba integrados en buena medida por mano de obra femenina e infantil. El comercio constituye otro de los sectores que absorven una cuota relativamente importante de trabajo asalariado. La construcción fue otro de los centros de actividad que nucleaba numerosos trabajadores.
 Una buena parte de los varios miles de trabajadores que congregaban las actividades del transporte residían o trabajaban en los centros urbanos. Los trabajadores urbanos incluyen una relativamente heterogénea capa que se extiende a través de diversos sectores de la actividad, económica y por lo tanto admite en su seno una serie de diferenciaciones internas.

2 b)

  El movimiento obrero comenzó una acción consecuente por la reducción de la jornada de trabajo. Numerosos gremios obtendrán por intermedio de las huelgas la disminución de la jornada de trabajo.
  En 1894 el concejal porteño Eduardo Pittaluga presentó un proyecto que preveía el establecimiento de la jornada de 8 horas para los trabajadores municipales, consideraban que su aprobación hubiera Significado una restricción a la libertad de trabajo. Sin obtener las 8 horas, muchos gremios lograron disminuciones parciales. En el Interior, las, largas jornadas continuaban todavía. La reducción del tiempo de trabajo por parte de los obreros no fue una tarea fácil. La Unión Industrial y sus diferentes secciones se oponían tenazmente cada vez que tenían la oportunidad de hacerlo. Las 8 horas se fueron imponiendo lentamente en muchos establecimientos de la Capital Federal y de las ciudades más importantes del país

  El descanso dominical fue objeto de grandes luchas por parte del movimiento obrero. En 1905 dio lugar a la primera ley protectora del trabajo. En realidad la cuestión del descanso dominical precedió en el tiempo a la de las 8 horas. El 18 de marzo de 1872, una ordenanza municipal fue sancionada en Buenos Aires, estableciendo el cierre obligatorio de las casas de comercio, talleres y otros establecimientos industriales, 1os domingos y días de fiesta, con excepción de las "pu1perías”. Esta resolución produjo entonces un debate que tuvo en uno de sus polos a los propietarios de Comercio y en el otro al clero católico que insistía en el descanso dominical.
  Con la consolidación del movimiento obrero desde 1888, el descanso semanal fue una de las consignas más agitadas por las organizaciones obreras, pero será recién en 1900 que ganará la primera plana de la prensa Obrera y general. El movimiento obrero anarquista y Socialista encontró, un aliado en la Iglesia. Los Círculos Obreros Católicos a pesar de sus pocos adherentes participaron de manera intensa en la agitación a favor del descanso dominical. Durante los años siguientes las campañas de agitación continuaron.
  Los debates más importantes en las cámaras estuvieron centrados en si la ley debería tener una aplicación nacional o si estaría solamente restringida a la Capital. También a la cuestión de establecer o no en el texto de la ley el pago de la jornada de descanso y si se debía hablar de descanso dominical o de descanso semanal. El texto definitivo de la ley prohibía el trabajo en domingo en el ámbito de la Capital Federal. Incluía al trabajo que se realizaba por cuenta ajena como al que se realizaba por cuenta propia cuando su ejecución suponía publicidad. La ley no mencionaba el pago obligatorio del domingo. Una de las modificaciones principales fue la que establecía que no se podía retener el día de descanso de lo que se había estipulado previamente como salario.  La ley fue recibida con desconfianza por el movimiento obrero. Le criticaban la exclusión de algunos gremios y otra crítica importante era que la ley era violada sistemáticamente a través de diversos subterfugios, por el comercio minorista en toda la ciudad, e igualmente en las industrias.
 Aunque en general los trabajadores hayan reclamado con fuerza la jornada de descanso dominical, había algunas excepciones motivadas por la naturaleza de los trabajos que realizaban. Ese fue el caso de los obreros de la construcción.

  El problema del trabajo nocturno afectaba a varios gremios, pero fueron fundamentalmente los panaderos quienes reclamaron a través de numerosas luchas, este comenzó a adquirir mayor fuerza a partir de 1894, coincidentemente con la aparición del periódico El Obrero Panadero.
  En 1895 los panaderos se lanzaron a una huelga por la abolición del trabajo nocturno, una de las más importantes pero la huelga terminó en una derrota, una ardua lucha que finalmente no daría frutos, los panaderos reclamaban su parte de sol ya que el trabajo nocturno les quitaba diez a quince años de vida y les impedía tener una buena vida familiar y frecuentar los centros de instrucción  por eso en el gremio de los panaderos no había instruidos como en los demás gremios que trabajan de día. Por ende las quejas de los panaderos eran sobre la injusticia de su situación y sobre los perjuicios que les ocasionaba el horario nocturno. Una situación similar presentaban los obreros de las dos fundiciones de hierro y bronce, al trabajo nocturno se sumaban las condiciones bastante precarias. Bajo una temperatura particularmente elevada, los obreros realizaban en esas fundiciones, jornadas nocturnas de 12 horas.

Desde fines de la década del noventa los problemas relativos a la seguridad del trabajo y en particular a los accidentes se fueron haciendo más evidentes. El crecimiento de la importancia de estos problemas coincidía con el surgimiento de nuevas fábricas y el ensanchamiento de los talleres ya existentes instalados en galpones y edificios poco adecuados, esos talleres fueron progresivamente empeorando. Otras causas de accidentes provenían igualmente del carácter improvisado. Las piezas peligrosas de las máquinas se encontraban muchas veces al descubierto y en espacios muy reducidos, que obligaban a los obreros a trabajar muy cerca de ellas. Otro motivo a veces imprevisto de un pequeño taller que se transformaba repentinamente en una fábrica, era la falta de personal apto para montar convenientemente las instalaciones y vigilar por el buen funcionamiento de las máquinas. El trabajo a destajo favorecía los accidentes. La movilidad profesional que caracterizó todo ese período aumentaba los problemas de seguridad. Había otros sectores con mayor frecuencia ocurrían accidentes, como en el caso del puerto. Muchas veces los accidentes se debían a fallas en los materiales o a deficiencias en la organización del trabajo. Los accidentes se producían cuando los obreros se encontraban en la pasarela que unía el muelle con el barco.
 Los ritmos excesivamente acelerados del trabajo, era otra de las razones más importantes de los accidentes, los obreros recibían una prima si terminaban el trabajo antes del tiempo previsto; lo que aumentaba el riesgo de accidentes.

Otro sector extremadamente conflictivo era el de la construcción. Cuatro razones principales para esos accidentes: descuidos por parte de los obreros, falta de precauciones por parte de los patrones, vértigo y alcoholismo. También en las fábricas donde se trabaja con productos tóxicos los accidentes eran frecuentes. Particularmente peligrosos para los obreros eran las fundiciones de hierro y bronce. Los trabajadores del transporte en su conjunto también se veían afectados, cocheros, conductores de carros y tranviarios. Durante mucho tiempo se los hacía responsables de los perjuicios causados al material y a terceros. La distribución de los accidentes por sectores de actividad económica, revela que los porcentajes más elevados corresponden a los rubros Construcción y Transporte. Podemos formamos una idea de la frecuencia de los accidentes en determinados sectores.
Durante los últimos decenios del siglo XIX, los obreros en su mayoría no recibían ninguna indemnización en reparación de los daños sufridos como consecuencia de un accidente. Se pronunciaba la indemnización solamente probando que el prejuicio sufrido era imputable al empresario pero esta prueba era muy difícil de obtener. El cambio se fue produciendo en las sentencias judiciales en los primeros años del nuevo siglo, a partir de entonces estas mismas cambiaron y paulatinamente los obreros accidentados llegaron a obtener en algunos casos las indemnizaciones requeridas. A principios de siglo lo mas corriente era que los obreros no obtuvieran ningún tipo de recompensa, en ciertas ocasiones llegaban a perder su trabajo. Algunos años mas tarde el numero de obreros asegurados había aumentado,  Pero muchas veces los propios obreros eran quienes ‘’pagaban’’ su propio seguro, ya que el costo de las primas que debían abonar los patrones les era retenido de sus salarios bajo cualquier tipo de pretextos. Los obreros portuarios fueron los primeros en imponer a principios de siglo que el pago de los seguros debía caer bajo la responsabilidad de los patrones en forma obligatoria. El reclamo de la abolición del seguro fue una reivindicación de algunos movimientos huelguísticos, exigía que los seguros estuvieran a cargo de los patrones se fue generalizando en el curso de la primera década del siglo.
El movimiento obrero no dejaba de expresar su no conformidad con los montos indemnizatorios que se efectivizaban y con los mecanismos de aplicación. Los socialistas protestaban contra el exiguo monto en caso de fallecimiento. La preocupación del movimiento obrero, especialmente de parte de los socialistas, tenía ya una cierta antigüedad. La Federación Obrera, reclamaba los seguros contra los accidentes de trabajo. Los obreros no obtuvieron sin luchas sus reivindicaciones en torno a esta cuestión. Algunos sindicatos habían comenzado a asumir sistemáticamente la defensa de sus asociados inculpados judicialmente por accidentes. Este caso era frecuente entre los conductores de carros, tranviarios, ferroviarios y otros trabajadores del transporte. El Estado e incluso la Unión Industrial promovieron algunas iniciativas y cambiaron poco a poco su posición original sobre la cuestión.

Otra de las consecuencias de la improvisación generalizada en la construcción de los establecimientos fue la existencia de muy precarias condiciones de salubridad, la higiene en los talleres. En los años 1892 y 1897 la habilitación de locales pequeños, mal construidos, de poco precio, para la instalación de las fabricas, el hacinamiento de los obreros, maquinas, materiales, etc., en edificios pequeños, la ocupación de mujeres y niños que pasaban la mayor parte del día confinados en talleres poco apropiados, este conjunto constituía un peligro constante para las poblaciones obreras, ya gastadas por la miseria. También había problemas similares en los centros urbanos del interior donde existía un mayor desarrollo de los talleres. Uno de los problemas más comunes en los lugares de trabajo era la ausencia o insuficiencia numérica y cualitativa de los baños, la escasez y las malas condiciones de las letrinas. Además la mala calidad del agua utilizada en las fabricas era un grave problema que afectaba tanto a obreros como a los consumidores ya que esa agua era utilizada para el consumo cotidiano de los trabajadores y para la confección de los alimentos. La falta de luz adecuada, la improvisación en los orígenes de esos talleres era la causa de que estuvieran situados en lugares poco aptos. La cuestión de la carencia de aire suficiente provocaba la preexistencia en los locales densas nubes cargadas de polvo, altamente perjudiciales para los pulmones y la piel de los trabajados. Las malas condiciones de higiene, existían también en fábricas de mayor importancia.
A medida que el siglo XX se iniciaba, las condiciones mejoraban poco a poco en los establecimientos más importantes, mientras que en los pequeños quedaban estacadas. La presión ejercida por los sindicatos obreros y por los movimientos de huelga había logrado obtener una serie de ventajas en las grandes y medianas fábricas.
En 1913 el Departamento Nacional del Trabajo, dio una lista de las industrias en las cuales el reglamento del trabajo se revelaba como urgente necesidad.
La principal razón de los riesgos que presentaban estos trabajadores se originaba en la falta de prevenciones por parte de los propietarios de los establecimientos, sin embargo, en algunos casos minoritarios, la resistencia de los trabajadores a alteras ciertos hábitos de trabajo constituía un factor adicional de conservación de ciertas practicas poco seguras. Las llamadas enfermedades profesionales abundaban a principios de siglo  hacían estragos ante la falta de la adecuada prevención. Otro problema era la ausencia de control medico en la mayoría de los establecimientos en el momento de la admisión de nuevos obreros, lo que facilitaba enormemente a la propagación de enfermedades infecciosas entre sus compañeros. Las malas condiciones de salubridad, no han estado en el centro de la agitación de las sociedades de resistencia. A medida que ciertos gremios lograban afianzar algunas conquistas, el problema de las condiciones de trabajo y el de la higiene de los talleres iba poco a poco adquiriendo mayor importancia. 


2) c)

La actitud global del Estado hacia los trabajadores urbanos sufrió cambios sustanciales. Hasta comienzos del siglo XX el Estado mantuvo una política liberal, ante los conflictos entre los trabajadores y el capital. La elite dirigente del Estado y representantes en mayor medida de las clases vinculadas a la producción y a la exportación agropecuaria, prescindía relativamente de inmiscuirse en los conflictos.
 A partir del gobierno radical de 1916 el Estado comenzó a actuar como árbitro en los conflictos laborales. La FORA del IX Congreso atenuó el rigor de sus huelgas y aumenta su actividad de negociación colectiva, aceptando el rol arbitral del Estado en la misma, a través del Departamento de Trabajo y la primera ley de "Inspección y policía del trabajo" 10.307.
Por otra parte a partir de la elección de un gobierno más representativo de la población, los sindicatos comenzaron a reclamar también mayor participación en la esfera política.
Al terminar la década del 1920 los trabajadores ferroviarios crearon la Confraternidad Ferroviaria, adoptando un modelo de sindicato por rama de actividad, fuertemente centralizado y capaz de negociar con las grandes empresas y los gobiernos, y que habrá de ser el modelo clásico del sindicalismo argentino.
En sentido confluente, en 1920 el senador socialista Enrique del Valle Iberlucea, presentó un proyecto de ley creando un Consejo Económico del Trabajo, elegido democráticamente por los sindicatos, y con la función de ser el máximo organismo directivo de la vida económica nacional, planeando la nacionalización de los sectores clave, dirigiendo las empresas estatales, controlando la industria y la inmigración.
Luego en 1930-1991, apareció un nuevo modelo productivo. La crisis económica de 1929 y el golpe militar de 1930 abrirán la puerta a un cambio completo del modelo económico de Argentina, que tendrá consecuencias profundas para el movimiento obrero y el sistema de relaciones laborales. Básicamente, se preservó el latifundio y la producción agro-ganadera orientada a la exportación (Pacto Roca-Runciman), pero al mismo tiempo se estableció un modelo de sustitución de importaciones industriales que habrá de generar un extenso sector industrial con amplia utilización de mano de obra asalariada. Ambos sectores, el agro-exportador y el industrial sustitutivo, se desarrollaron en forma paralela con mínimas conexiones entre sí. El sistema económico finalmente requería de una considerable intervención del Estado, que derivará en la creación de importantes empresas públicas y agencias estatales de regulación económica (Junta Nacional de Granos, CAP, etc.).


3)

Las organizaciones mutuales se fueron desarrollando desde mediados del siglo XIX y poco a poco fueron acrecentando su importancia. Su estructuración en tomo de grupos étnicos o comunidades por nacionalidades extranjeras o su conformación sobre bases obreras corporativas. Las sociedades mutualistas específicamente obreras, su desarrollo fue importante durante los primeros años del siglo XX.

La mayoría de esas sociedades estaban constituidas por obreros sin especificación de oficio. Un número más reducido estaba organizado en torno de un trabajo particular. La distribución de los socios era bastante desigual. Más de la mitad de las sociedades de socorros mutuos, estaban integradas exclusivamente por extranjeros.
La principal fuente de financiamiento de esas sociedades eran las mensualidades requeridas a los asociados. Las sociedades de socorros mutuos cumplieron un papel importante en el auxilio a los trabajadores enfermos, se le debía dar un subsidio en los casos de ausencia por enfermedad en la medida en que la mayoría de los casos no recibían nada de parte de los patrones. Esta era la principal preocupación de las entidades de socorros mutuos, muchas veces se añadían otras: fomento del ahorro, difusión de la instrucción, etc. Ese tipo de socorros mutuos impulsado por sociedades obreras se fue generalizando cada vez más. Los patrones trataron en varias ocasiones de organizar sociedades mutuales en las fábricas bajo su control y más de una vez lograron éxito en esas tentativas. La presencia de los obreros en las decisiones estaba limitada por el poder, que el estatuto otorgaba a la administración que era la responsable de llevar la contabilidad de la sociedad. En las sociedades dirigidas por los patrones las condiciones para la concesión de los subsidios eran más restrictivas que en las otras. Se otorgaba el subsidio cuando las enfermedades estaban originadas en un "relajamiento de las costumbres". Además la"‘mala conducta" suponía la expulsión del afectado como miembro de la asociación. En ciertas ocasiones hubo verdaderas batallas entre los propietarios y grupos de obreros para obtener el control de la asistencia mutual en los lugares de trabajo.
  Las organizaciones obreras combatían también la política de algunos talleres que financiaban los subsidios por enfermedad a través de las multas que se aplicaban por razones de faltas a la disciplina o por errores en la realización de los trabajos.
 Los anarquistas fueron casi Siempre los menos dispuestos a asumir la realización de actividades mutuales. Su opinión, era que el mutualismo podía llegar a afectar el carácter de organizaciones exclusivamente para luchar que debían tener las Sociedades de resistencia.
  El anarquista Dante Garfagnini, proponía que las sociedades de resistencia tuvieran autonomía en la realización o no de una actividad mutualista, al mismo tiempo que recomendaba la continuación de ese tipo de tareas fuera del cuadro de los sindicatos. Una discusión dividió a los asistentes en dos bandos: los partidarios del mutualismo por parte de las organizaciones obreras y los que se oponían. Finalmente, fue aceptada una nueva moción conciliadora. Cuando las políticas de compromiso con los socialistas ya no condicionaran más su posición, vastos sectores del anarquismo expresarían consecuentemente su oposición a la acción mutualista en los sindicatos.

4)

  Por su importancia, las condiciones de trabajo de mujeres y niños debiera merecer una consideración separada. En el período que va desde los años 1880 hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se verifica un aumento en términos absolutos de las mujeres en la población económicamente activa, pero una disminución de su presencia en términos relativos. En 1895 las mujeres que ejercían una actividad laboral constituían el 44,46% de la población económicamente activa y en 1914, sólo el 31,75%. Esta disminución puede ser atribuida en parte, a falencias en el Censo Nacional de 1895 y también la continuación del proceso de ruina de las industrias artesanales precapitalistas del interior del país que empleaban una cuota importante de mano de obra femenina. La disminución del número de mujeres que en aquella primera fecha habían declarado poseer una profesión vinculada a la agricultura.
En lo que hace a la industria, eran los establecimientos dedicados a la confección y a fibras textiles los que concentraban 1os porcentajes más altos de presencia femenina, también las industrias que requerían  trabajos de precisión al mismo tiempo que no necesitaban la fuerza masculina. Las fábricas de fósforos y de cigarrillos, reclutaban una de las proporciones más altas de mujeres y niños. Las mujeres constituían más del 80°/o del total de trabajadores. La determinación del número de menores que trabajaban en los centros urbanos más importantes es más difícil de establecer por la clandestinidad que en muchos casos tenía el trabajo infantil. Casi siempre los salarios femeninos son más bajos que los masculinos, aun cuando las tareas que se realicen sean similares. En 1913, en las fábricas de fósforos, el salario medio de las mujeres era de 2 pesos, en cambio el de los hombres adultos era de exactamente el doble. Las mujeres estaban sometidas a las mismas exigencias disciplinarias que los varones sino que existían para ellas requerimientos adicionales, tenian que exhibir "una buena moral’’. Las mujeres estaban destinadas a secciones y tareas insalubres particularmente las más jóvenes, de parte de los capataces, que oscilaba entre la prepotencia y el autoritarismo y el chantaje ante negativas a requerimientos sexuales.

La situación del trabajo femenino en los centros urbanos fue una de las principales denuncias del movimiento obrero. La prohibición del trabajo nocturno para las mujeres fue uno de los reclamos más frecuentes. Intensa fue la actividad de denuncia de los grupos feministas socialistas o anarquistas, la mujer trabajadora nos saldrá plenamente a la luz del día hasta los primeros años del nuevo siglo y en relación con la iniciativa de proyecto de Código de Trabajo de Joaquín V. González y con la acción del diputado socialista Palacios.
Las mujeres adultas, las niñas y los varones más pequeños eran empleados en las industrias y en los trabajos que no requerían la fuerza física. Las industrias que presentaban mayores porcentajes de menores eran las fábricas de bolsas, de cigarrillos, de vidrio, de tejidos, de alpargatas, talleres de costura y de confección, lavanderías y talleres de planchado y las mensajerías.
El comercio empleaba también una cuota significativa de menores. En la primera década del siglo XX, la construcción fue otro de los rubros que concentraba una proporción destacada de niños y jóvenes. El empleo de menores desde la más corta edad estaba ya generalizada desde las primeras épocas del capitalismo argentino.
Las tareas de los menores eran similares a las de los mayores pero con una remuneración inferior tenían la categoría de "aprendiz". La edad como el sexo constituía una desventaja. El abuso de los "aprendices" estaba generalizado en la mayoría de los centros urbanos como en las fundiciones de hierro y bronce

El director del Departamento Nacional del Trabajo hablaba en 1913 de la existencia de una Crisis del aprendizaje. Los propietarios y los capataces eran ellos mismos muchas veces novicios en el oficio que dirigían. Un caso particular de explotación de la mano de obra infantil fue el de los asilos, hospicios y otras instituciones y la industria gráfica.
Los menores participaban, a veces activamente, en las huelgas pero en general no hacían más que seguir a los adultos, esta situación era más evidente en el caso de las jóvenes obreras. Además del temor a los castigos corporales, frecuentes en los medios obreros, esos niños y jóvenes estaban muchas veces sometidos a la presión de ser uno de los principales Sostenes, o hasta el único, de la familia. Los menores y las mujeres jóvenes preferían el trabajo en el taller o en la fábrica, con todos sus inconvenientes, al trabajo a domicilio

5)

El trabajo domiciliario, que aunque protagonizado mayoritariamente por mujeres y una buena proporción de niños no excluía sin embargo a un número importante de trabajadores varones.
En los centros urbanos; aparte de las industrias, se insertaba de preferencia el trabajo domicilio. En 1913, estimaba en 60.000 el número de mujeres que trabajaban a domicilio en el ámbito de la Capital Federal, una amplia mayoría pertenecían a la industria de la confección. El trabajo a domicilio, ofrecía peores condiciones de trabajo que en los talleres, jornadas más largas, menos salario y donde no existía la presión de los sindicatos aunque aun así fue aumentando el trabajo a domicilio, favorecido además por una constante disponibilidad de mano de obra, siempre renovada gracias a la inmigración. El trabajo a domicilio se componía en gran parte de mujeres adultas y también de menores de ambos sexos, se contaba también con algunos varones adultos. Este trabajo era muchas veces el único recurso de mujeres solas, viudas o solteras. En los establecimientos, las obreras recibían generalmente el material preparado de antemano y disponían de maquinaria más moderna. En cambio, en su casa las mujeres debían comprar la máquina de coser y todo el material de costura. Aun así algunas mujeres preferían el trabajo a domicilio.; Eran las que Bialet Massé llamaba "trabajadores vergonzantes". Se trataba de mujeres de "buena familia", generalmente viudas provenientes de sectores arruinados de la "aristocracia" provincial, que se veían constreñidas a recurrir .a la costura para asegurar su sobrevivencia.
La jornada de trabajo a domicilio era mucho más larga que en los talleres. La irregularidad del trabajo era uno de los grandes problemas que afectaba más del 50% de las obreras a domicilio, particularmente durante el invierno debido a las variaciones que sufría la demanda de algunos artículos según las temporadas.
Las condiciones de salubridad del trabajo a domicilio eran precarias. El taller era al mismo tiempo casi siempre dormitorio, comedor y cocina, mal aireados, con escasa luz, improvisados, ofrecían muy malas condiciones de trabajo y de vida. La falta de higiene en el trabajo a domicilio no era percibida únicamente como un riesgo para la salud de los trabajadores, sino también como un canal de transmisión, de enfermedades al conjunto de la población, también era un frecuentemente agente transmisor de enfermedades infantiles.
La costura a domicilio constituía uno de los escalones más bajos del mundo obrero argentino. Las planchadoras constituían la "aristocracia" del trabajo a domicilio; podían ganar más que una costurera, sin embargo el esfuerzo físico era mayor y además se veían afectadas por el calor. Numerosos menores, niñas y jóvenes en su mayoría, trabajaban a domicilio generalmente como ayudantes aprendices. La explotación también afectaba a las mujeres ancianas. Los trabajadores a domicilio quedarían marginados de las reformas introducidas por la ley 5.291 sancionada en
1907 y entrada en vigencia en 1908. En la base de la ley estuvo un proyecto presentado por el diputado Socialista Palacios. El proyecto original fue sustancialmente modificado. Una de las principales oposiciones que recibió el proyecto original de Palacios estaba referida a cualquier iniciativa tendiente a establecer una jornada determinada de trabajo. Otro de los puntos más controvertidos del proyecto original fue el referido al reposo pago para las mujeres embarazadas antes y después del parto. La versión final de la ley sólo contemplará el período post-parto y no preverá pago alguno. Los empresarios insinuaban en sus declaraciones, que si la ley se aprobaba sin las modificaciones que ellos proponían, deberían en muchos casos cerrar sus establecimientos.
  La ley 5.291 aprobada finalmente el 14 de octubre de
l907. La mayoría de las disposiciones Se referían al trabajo de los menores. Se prohibía contratar menores de 10 años como también a aquellos menores que no hubieran terminado su período de escolarización. Pero al mismo tiempo la ley establecía un mecanismo que permitía alterar esa prohibición. En efecto, el trabajo de esos menores podría ser autorizado por el juez si lo consideraba indispensable a la sobrevivencia de la familia. Otros puntos concernientes a los menores eran la prohibición del trabajo nocturno, o en actividades susceptibles de perjudicar su estado físico o moral; se reducía la jornada a ocho horas diarias y se establecía que los menores de 12 años no podían ser empleados en la industria. En lo concerniente a las mujeres se prescribía que debían trabajar en lugares adecuados que preservaran sus condiciones de Salud; que Cuando fuera posible debían trabajar, sentadas, y otras disposiciones relativas a las mujeres embarazadas.
  A pesar de las importantes modificaciones introducidas al proyecto original de Palacios, la ley constituía un paso positivo en la protección del trabajo de mujeres y menores. La ley no fue recibida con entera satisfacción por ninguna de las partes interesadas.
  La violación de la ley no provenía únicamente de los patrones. A veces los propios menores bajo la presión de los capataces y de los propietarios aceptaban aumentar sus horarios más allá de lo permitido por la ley o trabajar en tareas que les eran prohibidas. También ocurría que los padres empujados por sus necesidades económicas recurrían a fraudes para hacer entrar en los talleres a menores que no alcanzaban aun la edad re querida. El Poder Ejecutivo a autorizar al Departamento Nacional del Trabajo, a través de un decreto de 1912, a otorgar a pedido de los padres, permisos de trabajo a los menores que tuvieran documentación adecuada. El movimiento obrero recibió la sanción de la ley con mayor confianza. La concepción dominante en el conjunto de la sociedad era que se consideraba al trabajo de la mujer como una plaga. Porque el trabajo de la mujer estaba en el origen del desmembramiento de la familia y recaía sobre la  salud y la educación de los niños. Se consideraba que era la miseria social la que la obligaba a trabajar fuera de su casa y en consecuencia a abandonar su función "natural" de madre y de ama de casa. Este tipo de concepción del trabajo femenino no era Sin embargo exclusivo de los medios burgueses. Esta no era esta la concepción dominante entre los socialistas, estos pensaban que la fábrica era una escuela de formación para la clase obrera, lo que era tan válido para los hombres adultos como para las mujeres y los menores. La solución no consistía en expulsar a las mujeres de las fábricas, sino en obtener por el conjunto de los trabajadores mejores condiciones laborales y salariales.
La preocupación por la presencia de los menores en las fábricas no sólo por su superexplotación sino también porque era vista como un elemento potencial de depreciación del salario y descalificación del trabajo de los adultos, era antigua en el movimiento obrero argentino.
Después de la sanción de la ley 5.291 los sindicatos Obreros comenzaron a hacerse cargo de la disposición que prohibía el empleo de menores de 14 años que no supieran leer ni escribir.
Las denuncias sobre la situación de los menores que trabajaban eran frecuentes en los periódicos obreros. Los anarquistas no fijarán abiertamente una posición sobre si los menores y las mujeres debían O no trabajar en fábricas y talleres. En cambio, en los periódicos sindicales habrá frecuentes alusiones a esta cuestión.
No obstante la posición que en general adoptaron sobre el trabajo de niños y mujeres, en ciertas ocasiones los Socialistas tendrán actitudes similares a las de sus oponentes. Las oscilaciones de los Socialistas demostraban que uno de los ejes de la discusión era el temor al reemplazo progresivo del trabajo masculino por el femenino.
  Si se puede pensar que al trabajo a domicilio como un accidente de la tercerización contemporánea porque consistió en que la población ocupada en el sector terciario (servicios) paso a ser más numerosa que la del sector secundario (industria), y la forma de trabajo propia de este sector se difundió por todos los demás, tercia rizándolos.

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