1)
El movimiento obrero argentino tiene
una larga y compleja historia de luchas. Fue iniciado poco después de la mitad
del siglo XIX,
tanto por la comunidad de obreros afroargentinos como por grupos socialistas y anarquistas llegados
en la gran inmigración europea. Se desarrollaron
grandes y poderosos sindicatos de
industria que pusieron a la clase obrera como protagonista de
la historia argentina y al mismo tiempo
fue objeto de grandes persecuciones y matanzas.
La historia de la
lucha de la clase obrera argentina, se extiende desde la década de 1870 hasta
la década del veinte y tiene su punto culminante en la Semana de Enero de 1919,
los primeros años de la década del 30 hasta la década de 1970, y tiene como
hitos fundamentales 1936, 1945, 1955, 1969 y 1975. Comenzado entre fines de los
'70 y comienzos de los '80. En el primer ciclo las luchas tienden a darse por
fuera y enfrentadas a él sistema institucional. En el segundo ciclo la
tendencia es a que las luchas penetren el sistema institucional. En el tercer
ciclo predomina el movimiento de repulsión desde el sistema institucional.
En el último tercio
del siglo XIX el capital extiende su dominio en la Argentina. Este
proceso se vincula con una nueva fase del desarrollo del capitalismo, las
nuevas condiciones de inserción en el mercado mundial potencian las
transformaciones. Se constituye la gran burguesía argentina, cuyos intereses la
llevan a establecer una fuerte alianza con el capital financiero a escala
internacional. La "importación" y la acumulación local de capitales
fueron acompañadas por la inmigración es decir la "importación" de trabajadores.
El crecimiento de la población y su concentración en las grandes ciudades del
litoral incrementaron la división del trabajo en la sociedad y ramos
productivos de medios de consumo necesarios comenzaron a constituirse como
tales.
Es así cómo el
proceso de desarrollo de las relaciones propias del capital se encuentra bien
avanzado en la Argentina
de los últimos 20 años del siglo XIX, dando un salto cualitativo cuando, con la
resolución de la crisis económica de 1890, se produce un crecimiento de la
actividad industrial propiamente dicha, no exclusivamente, en el litoral.
Existen dos indicadores del dominio del Capital en la Argentina de fin de
siglo: el peso del proletariado y semi-proletariado, y del arrendamiento, que
pasa a ser una modalidad importante de acceso a la tierra en la producción
agrícola litoral. La expansión de las relaciones capitalistas en la Argentina , produciéndose
un cambio en el tipo social de explotación dominante y el paso de la fase de
dominio del Capital mercantil a la de dominio del capital industrial. Se
multiplica la masa de trabajadores no proletarios (artesanos, pequeños
comerciantes, etc.) se va conformando, en el campo y en las ciudades, el
proletariado argentino, inserto en la producción agrícola, en las manufacturas
y en las incipientes industrias, sólo constituye la clase para la formación de la Clase obrera. Para conocer
el proceso de su génesis como clase Social debemos tornar en consideración los
enfrentamientos sociales en los que se va constituyendo.
Los enfrentamientos
Sociales ("guerras civiles") durante la segunda mitad del siglo XIX, son
procesos de destrucción de modos productivos preexistentes, con la consiguiente
subordinación de unas fracciones de burguesía por otras y la formación de una
población asalariada; así como con las resistencias a esos procesos de
subordinación y proletarización. El comienzo del proceso de génesis de la clase
obrera en la
Argentina, debe situarse a fines de la década de 1870, en
esta década se pueden observar las
distintas direcciones de la lucha de la clase obrera. La organización de las
secciones locales de la Asociación Internacional de Trabajadores en septiembre
de 1878. En los actos y movilizaciones del 1° de mayo de 1890, reclamando la jornada
de 8 horas y en protesta por la matanza de Chicago, se observan ya las tres
direcciones concertadas de la lucha, incluyendo la lucha política. Los obreros estaban
en contra del despotismo del capital. Los obreros de un oficio se unen contra
el intento de rebajar su salario por parte de algunas empresas y en contra de
la prolongación de la jornada de trabajo.
En la década de
l8801890 se extiende la organización de sindicatos por oficio y se realizan
las primeras huelgas parciales, los obreros disputan con los patrones salarios
y condiciones de trabajo, incluyendo la duración de la jornada. Esto conduce al
enfrentamiento del conjunto de los obreros contra la clase de los capitalistas.
Ese proceso, que comienza con la huelga de 1878, presenta 4 hitos, hasta
alcanzar su forma desarrollada en la huelga general nacional del l y 2 de
diciembre de 1904. Los hitos son, la huelga de los talleres ferroviarios de
1896; la huelga general de los obreros
panaderos de Buenos Aires en 1901, la huelga general de Rosario en 1901 y la
primera huelga general nacional (22 de noviembre de 1902), en ella culminaron
una sucesión de huelgas parciales que comenzaron en el puerto de Buenos Aires,
se extendieron a los puertos de Rosario, Bahía Blanca y Zárate, al Mercado
Central de Frutos y a los conductores de carros hasta hacerse general y
política contra la intervención de tropas de ejército en Buenos Aires y la Sanción de la ley de Residencia.
La huelga general nacional del 1 y 2 de diciembre de 1904, declarada por la Federación Obrera
Regional Argentina, con apoyo de la Unión General de Trabajadores y el Partido
Socialista, esta es la primera huelga general declarada en la Argentina , es decir, el
primer enfrentamiento del conjunto de los obreros contra el conjunto de los
patrones y el gobierno del estado, y, potencialmente, contra el régimen social
vigente. Es en ese proceso en que, desde la perspectiva que asumimos, ha
emergido la clase obrera.
Entre 1901 y 1904 la
huelga general se constituye en forma de lucha de la clase obrera argentina, la
huelga con movilización de masas. Las huelgas generales de 1902 y 1904
comienzan siendo económicas, pero terminan tomando el carácter democrático de
lucha de los obreros. A fines de 1905 y en 1906 vuelve a predominar la lucha económica.
En 1907 la huelga es tomada como forma de lucha por otras fracciones
proletarias, además de los obreros fabriles, de talleres y transporte como los
trabajadores domiciliarios. En 1909 después de la Semana Roja , por primera vez un
gobierno se vio obligado a aceptar las exigencias de los obreros. Surgió un incremento
en el número de huelgas y a fines de ese año fue muerto el jefe de política Falcón.
Al año siguiente las luchas de la clase obrera fueron contenidas con una
intensificación de las acciones policiales y para policiales, la protesta
social fue protagonizada principalmente por la clase obrera, que no fue la única
en manifestar su descontento con las condiciones que la organización social y política
del país imponía a quienes vivian de su trabajo. En 1912 las capas mas bajas de
la burguesía agraria también desarrollaron un movimiento reivindicativo,
reclamando la rebaja de los arrendamientos.
2) a)
El brusco aumento de
los contingentes inmigratorios en 1888 y 1889 crearon nuevas condiciones en la
relación de la oferta y demanda de mano de obra en el mercado del trabajo, no
totalmente alteradas por el flujo emigratorio provocado por las consecuencias
de la crisis del noventa. En los principales centros urbanos, hubo un aumento
del número de talleres y fábricas, también una extensión de los transportes y
del conjunto de los servicios, van creando una capa más extensa y concentrada
de trabajadores manuales urbanos.
Todo impondrá una
serie de modificaciones sustanciales, en el ámbito de las relaciones del
trabajo. Hasta entonces la mayoría de los pequeños establecimientos, estaban
basados en una explotación de tipo familiar, esto dejará paso a las relaciones capitalistas más complejas.
En el período 1890-
1914 encontramos cuatro o cinco bloques de la actividad económica que ocupan
las cantidades más significativas de la mano de obra. En primer lugar es sector
agropecuario, rural, que absorbe una cuota importante de los trabajadores
manuales. En lo que hace a los sectores urbanos, la industria, aún
semiartesanal en una amplia franja, con connotaciones capitalistas más
definidas en otra, constituye uno de los sectores más importantes. Resulta
claro que la denominación "industrias" oculta en los censos una
abigarrada presencia de establecimientos de diverso tipo, que iban desde
grandes fábricas modernas con centenas o más de mil obreros, hasta los pequeños
talleres en los cuales el patrón trabajaba con los miembros de su familia o con
algún aprendiz o ayudante a lo sumo. Se expresa a través de los índices bajos
de concentración de mano de obra que tenían esas industrias. Los trabajadores a
domicilio, estaba integrados en buena medida por mano de obra femenina e
infantil. El comercio constituye otro de los sectores que absorven una cuota
relativamente importante de trabajo asalariado. La construcción fue otro de los
centros de actividad que nucleaba numerosos trabajadores.
Una buena parte de
los varios miles de trabajadores que congregaban las actividades del transporte
residían o trabajaban en los centros urbanos. Los trabajadores urbanos incluyen
una relativamente heterogénea capa que se extiende a través de diversos
sectores de la actividad, económica y por lo tanto admite en su seno una serie
de diferenciaciones internas.
2 b)
El movimiento obrero
comenzó una acción consecuente por la reducción de la jornada de trabajo.
Numerosos gremios obtendrán por intermedio de las huelgas la disminución de la
jornada de trabajo.
En 1894 el concejal
porteño Eduardo Pittaluga presentó un proyecto que preveía el establecimiento
de la jornada de 8 horas para los trabajadores municipales, consideraban que su
aprobación hubiera Significado una restricción a la libertad de trabajo. Sin
obtener las 8 horas, muchos gremios lograron disminuciones parciales. En el
Interior, las, largas jornadas continuaban todavía. La reducción del tiempo de
trabajo por parte de los obreros no fue una tarea fácil. La Unión Industrial
y sus diferentes secciones se oponían tenazmente cada vez que tenían la
oportunidad de hacerlo. Las 8 horas se fueron imponiendo lentamente en muchos
establecimientos de la
Capital Federal y de las ciudades más importantes del país
El descanso
dominical fue objeto de grandes luchas por parte del movimiento obrero. En
1905 dio lugar a la primera ley protectora del trabajo. En realidad la cuestión
del descanso dominical precedió en el tiempo a la de las 8 horas. El 18 de
marzo de 1872, una ordenanza municipal fue sancionada en Buenos Aires,
estableciendo el cierre obligatorio de las casas de comercio, talleres y otros
establecimientos industriales, 1os domingos y días de fiesta, con excepción de
las "pu1perías”. Esta resolución produjo entonces un debate que tuvo en
uno de sus polos a los propietarios de Comercio y en el otro al clero católico
que insistía en el descanso dominical.
Con la consolidación
del movimiento obrero desde 1888, el descanso semanal fue una de las consignas
más agitadas por las organizaciones obreras, pero será recién en 1900 que
ganará la primera plana de la prensa Obrera y general. El movimiento obrero
anarquista y Socialista encontró, un aliado en la Iglesia. Los Círculos
Obreros Católicos a pesar de sus pocos adherentes participaron de manera
intensa en la agitación a favor del descanso dominical. Durante los años
siguientes las campañas de agitación continuaron.
Los debates más importantes
en las cámaras estuvieron centrados en si la ley debería tener una aplicación
nacional o si estaría solamente restringida a la Capital. También
a la cuestión de establecer o no en el texto de la ley el pago de la jornada de
descanso y si se debía hablar de descanso dominical o de descanso semanal. El
texto definitivo de la ley prohibía el trabajo en domingo en el ámbito de la Capital Federal.
Incluía al trabajo que se realizaba por cuenta ajena como al que se realizaba
por cuenta propia cuando su ejecución suponía publicidad. La ley no mencionaba
el pago obligatorio del domingo. Una de las modificaciones principales fue la
que establecía que no se podía retener el día de descanso de lo que se había
estipulado previamente como salario. La
ley fue recibida con desconfianza por el movimiento obrero. Le criticaban la
exclusión de algunos gremios y otra crítica importante era que la ley era
violada sistemáticamente a través de diversos subterfugios, por el comercio
minorista en toda la ciudad, e igualmente en las industrias.
Aunque en general los
trabajadores hayan reclamado con fuerza la jornada de descanso dominical, había
algunas excepciones motivadas por la naturaleza de los trabajos que realizaban.
Ese fue el caso de los obreros de la construcción.
El problema del trabajo
nocturno afectaba a varios gremios, pero fueron fundamentalmente los
panaderos quienes reclamaron a través de numerosas luchas, este comenzó a
adquirir mayor fuerza a partir de 1894, coincidentemente con la aparición del
periódico El Obrero Panadero.
En 1895 los
panaderos se lanzaron a una huelga por la abolición del trabajo nocturno, una
de las más importantes pero la huelga terminó en una derrota, una ardua lucha
que finalmente no daría frutos, los panaderos reclamaban su parte de sol ya que
el trabajo nocturno les quitaba diez a quince años de vida y les impedía tener
una buena vida familiar y frecuentar los centros de instrucción por eso en el gremio de los panaderos no
había instruidos como en los demás gremios que trabajan de día. Por ende las
quejas de los panaderos eran sobre la injusticia de su situación y sobre los
perjuicios que les ocasionaba el horario nocturno. Una situación similar
presentaban los obreros de las dos fundiciones de hierro y bronce, al trabajo
nocturno se sumaban las condiciones bastante precarias. Bajo una temperatura
particularmente elevada, los obreros realizaban en esas fundiciones, jornadas
nocturnas de 12 horas.
Desde fines de la década del noventa los problemas relativos
a la seguridad del trabajo y en particular a los accidentes se fueron
haciendo más evidentes. El crecimiento de la importancia de estos problemas
coincidía con el surgimiento de nuevas fábricas y el ensanchamiento de los
talleres ya existentes instalados en galpones y edificios poco adecuados, esos
talleres fueron progresivamente empeorando. Otras causas de accidentes
provenían igualmente del carácter improvisado. Las piezas peligrosas de las
máquinas se encontraban muchas veces al descubierto y en espacios muy
reducidos, que obligaban a los obreros a trabajar muy cerca de ellas. Otro
motivo a veces imprevisto de un pequeño taller que se transformaba
repentinamente en una fábrica, era la falta de personal apto para montar
convenientemente las instalaciones y vigilar por el buen funcionamiento de las
máquinas. El trabajo a destajo favorecía los accidentes. La movilidad
profesional que caracterizó todo ese período aumentaba los problemas de
seguridad. Había otros sectores con mayor frecuencia ocurrían accidentes, como
en el caso del puerto. Muchas veces los accidentes se debían a fallas en los
materiales o a deficiencias en la organización del trabajo. Los accidentes se
producían cuando los obreros se encontraban en la pasarela que unía el muelle
con el barco.
Los ritmos excesivamente
acelerados del trabajo, era otra de las razones más importantes de los
accidentes, los obreros recibían una prima si terminaban el trabajo antes del
tiempo previsto; lo que aumentaba el riesgo de accidentes.
Otro sector extremadamente conflictivo era el de la
construcción. Cuatro razones principales para esos accidentes: descuidos por
parte de los obreros, falta de precauciones por parte de los patrones, vértigo
y alcoholismo. También en las fábricas donde se trabaja con productos tóxicos
los accidentes eran frecuentes. Particularmente peligrosos para los obreros
eran las fundiciones de hierro y bronce. Los trabajadores del transporte en su
conjunto también se veían afectados, cocheros, conductores de carros y
tranviarios. Durante mucho tiempo se los hacía responsables de los perjuicios
causados al material y a terceros. La distribución de los accidentes por
sectores de actividad económica, revela que los porcentajes más elevados
corresponden a los rubros Construcción y Transporte. Podemos formamos una idea
de la frecuencia de los accidentes en determinados sectores.
Durante los últimos decenios del siglo XIX, los obreros en
su mayoría no recibían ninguna indemnización en reparación de los daños
sufridos como consecuencia de un accidente. Se pronunciaba la indemnización
solamente probando que el prejuicio sufrido era imputable al empresario pero
esta prueba era muy difícil de obtener. El cambio se fue produciendo en las
sentencias judiciales en los primeros años del nuevo siglo, a partir de
entonces estas mismas cambiaron y paulatinamente los obreros accidentados
llegaron a obtener en algunos casos las indemnizaciones requeridas. A
principios de siglo lo mas corriente era que los obreros no obtuvieran ningún
tipo de recompensa, en ciertas ocasiones llegaban a perder su trabajo. Algunos
años mas tarde el numero de obreros asegurados había aumentado, Pero muchas veces los propios obreros eran
quienes ‘’pagaban’’ su propio seguro, ya que el costo de las primas que debían
abonar los patrones les era retenido de sus salarios bajo cualquier tipo de
pretextos. Los obreros portuarios fueron los primeros en imponer a principios
de siglo que el pago de los seguros debía caer bajo la responsabilidad de los
patrones en forma obligatoria. El reclamo de la abolición del seguro fue una
reivindicación de algunos movimientos huelguísticos, exigía que los seguros
estuvieran a cargo de los patrones se fue generalizando en el curso de la
primera década del siglo.
El movimiento obrero no dejaba de expresar su no conformidad
con los montos indemnizatorios que se efectivizaban y con los mecanismos de
aplicación. Los socialistas protestaban contra el exiguo monto en caso de
fallecimiento. La preocupación del movimiento obrero, especialmente de parte de
los socialistas, tenía ya una cierta antigüedad. La Federación Obrera ,
reclamaba los seguros contra los accidentes de trabajo. Los obreros no
obtuvieron sin luchas sus reivindicaciones en torno a esta cuestión. Algunos
sindicatos habían comenzado a asumir sistemáticamente la defensa de sus
asociados inculpados judicialmente por accidentes. Este caso era frecuente
entre los conductores de carros, tranviarios, ferroviarios y otros trabajadores
del transporte. El Estado e incluso la Unión Industrial
promovieron algunas iniciativas y cambiaron poco a poco su posición original
sobre la cuestión.
Otra de las consecuencias de la improvisación generalizada
en la construcción de los establecimientos fue la existencia de muy precarias
condiciones de salubridad, la higiene en los talleres. En los años 1892
y 1897 la habilitación de locales pequeños, mal construidos, de poco precio,
para la instalación de las fabricas, el hacinamiento de los obreros, maquinas,
materiales, etc., en edificios pequeños, la ocupación de mujeres y niños que
pasaban la mayor parte del día confinados en talleres poco apropiados, este
conjunto constituía un peligro constante para las poblaciones obreras, ya
gastadas por la miseria. También había problemas similares en los centros
urbanos del interior donde existía un mayor desarrollo de los talleres. Uno de
los problemas más comunes en los lugares de trabajo era la ausencia o
insuficiencia numérica y cualitativa de los baños, la escasez y las malas
condiciones de las letrinas. Además la mala calidad del agua utilizada en las
fabricas era un grave problema que afectaba tanto a obreros como a los
consumidores ya que esa agua era utilizada para el consumo cotidiano de los
trabajadores y para la confección de los alimentos. La falta de luz adecuada,
la improvisación en los orígenes de esos talleres era la causa de que
estuvieran situados en lugares poco aptos. La cuestión de la carencia de aire
suficiente provocaba la preexistencia en los locales densas nubes cargadas de
polvo, altamente perjudiciales para los pulmones y la piel de los trabajados.
Las malas condiciones de higiene, existían también en fábricas de mayor
importancia.
A medida que el siglo XX se iniciaba, las condiciones
mejoraban poco a poco en los establecimientos más importantes, mientras que en
los pequeños quedaban estacadas. La presión ejercida por los sindicatos obreros
y por los movimientos de huelga había logrado obtener una serie de ventajas en
las grandes y medianas fábricas.
En 1913 el Departamento Nacional del Trabajo, dio una lista
de las industrias en las cuales el reglamento del trabajo se revelaba como
urgente necesidad.
La principal razón de los riesgos que presentaban estos
trabajadores se originaba en la falta de prevenciones por parte de los
propietarios de los establecimientos, sin embargo, en algunos casos
minoritarios, la resistencia de los trabajadores a alteras ciertos hábitos de
trabajo constituía un factor adicional de conservación de ciertas practicas
poco seguras. Las llamadas enfermedades profesionales abundaban a principios de
siglo hacían estragos ante la falta de
la adecuada prevención. Otro problema era la ausencia de control medico en la
mayoría de los establecimientos en el momento de la admisión de nuevos obreros,
lo que facilitaba enormemente a la propagación de enfermedades infecciosas
entre sus compañeros. Las malas condiciones de salubridad, no han estado en el
centro de la agitación de las sociedades de resistencia. A medida que ciertos
gremios lograban afianzar algunas conquistas, el problema de las condiciones de
trabajo y el de la higiene de los talleres iba poco a poco adquiriendo mayor
importancia.
2) c)
La actitud global del Estado hacia los trabajadores urbanos
sufrió cambios sustanciales. Hasta comienzos del siglo XX el Estado mantuvo una
política liberal, ante los conflictos entre los trabajadores y el capital. La
elite dirigente del Estado y representantes en mayor medida de las clases
vinculadas a la producción y a la exportación agropecuaria, prescindía
relativamente de inmiscuirse en los conflictos.
A partir del gobierno
radical de 1916 el Estado comenzó a actuar como árbitro en los conflictos
laborales. La FORA
del IX Congreso atenuó el rigor de sus huelgas y aumenta su actividad de negociación colectiva, aceptando el rol
arbitral del Estado en la misma, a través del Departamento de Trabajo y la
primera ley de "Inspección y policía del trabajo" 10.307.
Por otra parte a partir de la elección de un gobierno más
representativo de la población, los sindicatos comenzaron a reclamar también
mayor participación en la esfera política.
Al terminar la década del 1920 los trabajadores
ferroviarios crearon la Confraternidad Ferroviaria,
adoptando un modelo de sindicato por rama de actividad, fuertemente centralizado
y capaz de negociar con las grandes empresas y los gobiernos, y que habrá de
ser el modelo clásico del sindicalismo argentino.
En sentido confluente, en 1920 el senador socialista Enrique
del Valle Iberlucea, presentó un proyecto de ley creando un Consejo Económico
del Trabajo, elegido democráticamente por los sindicatos, y con la función de
ser el máximo organismo directivo de la vida económica nacional, planeando la
nacionalización de los sectores clave, dirigiendo las empresas estatales,
controlando la industria y la inmigración.
Luego en 1930-1991, apareció un nuevo modelo productivo.
La crisis económica de 1929 y el golpe
militar de 1930 abrirán la puerta a un cambio completo del modelo económico de
Argentina, que tendrá consecuencias profundas para el movimiento obrero y el
sistema de relaciones laborales. Básicamente, se preservó el latifundio y la
producción agro-ganadera orientada a la exportación (Pacto Roca-Runciman), pero al mismo tiempo se
estableció un modelo de sustitución de importaciones industriales
que habrá de generar un extenso sector industrial con amplia utilización de
mano de obra asalariada. Ambos sectores, el agro-exportador y el industrial
sustitutivo, se desarrollaron en forma paralela con mínimas conexiones entre
sí. El sistema económico finalmente requería de una considerable intervención
del Estado, que derivará en la creación de importantes empresas
públicas y agencias estatales de regulación económica (Junta
Nacional de Granos, CAP, etc.).
3)
Las organizaciones mutuales se fueron desarrollando
desde mediados del siglo XIX y poco a poco fueron acrecentando su importancia.
Su estructuración en tomo de grupos étnicos o comunidades por nacionalidades
extranjeras o su conformación sobre bases obreras corporativas. Las sociedades
mutualistas específicamente obreras, su desarrollo fue importante durante los
primeros años del siglo XX.
La mayoría de esas sociedades estaban constituidas por
obreros sin especificación de oficio. Un número más reducido estaba organizado
en torno de un trabajo particular. La distribución de los socios era bastante
desigual. Más de la mitad de las sociedades de socorros mutuos, estaban
integradas exclusivamente por extranjeros.
La principal fuente de financiamiento de esas sociedades
eran las mensualidades requeridas a los asociados. Las sociedades de socorros mutuos
cumplieron un papel importante en el auxilio a los trabajadores enfermos, se le
debía dar un subsidio en los casos de ausencia por enfermedad en la medida en
que la mayoría de los casos no recibían nada de parte de los patrones. Esta era
la principal preocupación de las entidades de socorros mutuos, muchas veces se
añadían otras: fomento del ahorro, difusión de la instrucción, etc. Ese tipo de
socorros mutuos impulsado por sociedades obreras se fue generalizando cada vez
más. Los patrones trataron en varias ocasiones de organizar sociedades mutuales
en las fábricas bajo su control y más de una vez lograron éxito en esas
tentativas. La presencia de los obreros en las decisiones estaba limitada por
el poder, que el estatuto otorgaba a la administración que era la responsable
de llevar la contabilidad de la sociedad. En las sociedades dirigidas por los
patrones las condiciones para la concesión de los subsidios eran más
restrictivas que en las otras. Se otorgaba el subsidio cuando las enfermedades
estaban originadas en un "relajamiento de las costumbres". Además
la"‘mala conducta" suponía la expulsión del afectado como miembro de
la asociación. En ciertas ocasiones hubo verdaderas batallas entre los
propietarios y grupos de obreros para obtener el control de la asistencia
mutual en los lugares de trabajo.
Las organizaciones
obreras combatían también la política de algunos talleres que financiaban los
subsidios por enfermedad a través de las multas que se aplicaban por razones de
faltas a la disciplina o por errores en la realización de los trabajos.
Los anarquistas
fueron casi Siempre los menos dispuestos a asumir la realización de actividades
mutuales. Su opinión, era que el mutualismo podía llegar a afectar el carácter
de organizaciones exclusivamente para luchar que debían tener las Sociedades de
resistencia.
El anarquista Dante
Garfagnini, proponía que las sociedades de resistencia tuvieran autonomía en la
realización o no de una actividad mutualista, al mismo tiempo que recomendaba
la continuación de ese tipo de tareas fuera del cuadro de los sindicatos. Una
discusión dividió a los asistentes en dos bandos: los partidarios del
mutualismo por parte de las organizaciones obreras y los que se oponían.
Finalmente, fue aceptada una nueva moción conciliadora. Cuando las políticas de
compromiso con los socialistas ya no condicionaran más su posición, vastos
sectores del anarquismo expresarían consecuentemente su oposición a la acción
mutualista en los sindicatos.
4)
Por su importancia,
las condiciones de trabajo de mujeres y niños debiera merecer una
consideración separada. En el período que va desde los años 1880 hasta el
comienzo de la Segunda
Guerra Mundial se verifica un aumento en términos absolutos
de las mujeres en la población económicamente activa, pero una disminución de
su presencia en términos relativos. En 1895 las mujeres que ejercían una
actividad laboral constituían el 44,46% de la población económicamente activa y
en 1914, sólo el 31,75%. Esta disminución puede ser atribuida en parte, a
falencias en el Censo Nacional de 1895 y también la continuación del proceso de
ruina de las industrias artesanales precapitalistas del interior del país que
empleaban una cuota importante de mano de obra femenina. La disminución del
número de mujeres que en aquella primera fecha habían declarado poseer una
profesión vinculada a la agricultura.
En lo que hace a la industria, eran los establecimientos
dedicados a la confección y a fibras textiles los que concentraban 1os
porcentajes más altos de presencia femenina, también las industrias que
requerían trabajos de precisión al mismo
tiempo que no necesitaban la fuerza masculina. Las fábricas de fósforos y de
cigarrillos, reclutaban una de las proporciones más altas de mujeres y niños.
Las mujeres constituían más del 80°/o del total de trabajadores. La
determinación del número de menores que trabajaban en los centros urbanos más
importantes es más difícil de establecer por la clandestinidad que en muchos
casos tenía el trabajo infantil. Casi siempre los salarios femeninos son más
bajos que los masculinos, aun cuando las tareas que se realicen sean similares.
En 1913, en las fábricas de fósforos, el salario medio de las mujeres era de 2
pesos, en cambio el de los hombres adultos era de exactamente el doble. Las mujeres
estaban sometidas a las mismas exigencias disciplinarias que los varones sino
que existían para ellas requerimientos adicionales, tenian que exhibir
"una buena moral’’. Las mujeres estaban destinadas a secciones y tareas
insalubres particularmente las más jóvenes, de parte de los capataces, que
oscilaba entre la prepotencia y el autoritarismo y el chantaje ante negativas a
requerimientos sexuales.
La situación del trabajo femenino en los centros urbanos fue
una de las principales denuncias del movimiento obrero. La prohibición del
trabajo nocturno para las mujeres fue uno de los reclamos más frecuentes.
Intensa fue la actividad de denuncia de los grupos feministas socialistas o
anarquistas, la mujer trabajadora nos saldrá plenamente a la luz del día hasta
los primeros años del nuevo siglo y en relación con la iniciativa de proyecto
de Código de Trabajo de Joaquín V. González y con la acción del diputado
socialista Palacios.
Las mujeres adultas, las niñas y los varones más pequeños
eran empleados en las industrias y en los trabajos que no requerían la fuerza
física. Las industrias que presentaban mayores porcentajes de menores eran las
fábricas de bolsas, de cigarrillos, de vidrio, de tejidos, de alpargatas,
talleres de costura y de confección, lavanderías y talleres de planchado y las
mensajerías.
El comercio empleaba también una cuota significativa de
menores. En la primera década del siglo XX, la construcción fue otro de los
rubros que concentraba una proporción destacada de niños y jóvenes. El empleo
de menores desde la más corta edad estaba ya generalizada desde las primeras
épocas del capitalismo argentino.
Las tareas de los menores eran similares a las de los
mayores pero con una remuneración inferior tenían la categoría de
"aprendiz". La edad como el sexo constituía una desventaja. El abuso
de los "aprendices" estaba generalizado en la mayoría de los centros
urbanos como en las fundiciones de hierro y bronce
El director del Departamento Nacional del Trabajo hablaba en
1913 de la existencia de una Crisis del aprendizaje. Los propietarios y los
capataces eran ellos mismos muchas veces novicios en el oficio que dirigían. Un
caso particular de explotación de la mano de obra infantil fue el de los
asilos, hospicios y otras instituciones y la industria gráfica.
Los menores participaban, a veces activamente, en las
huelgas pero en general no hacían más que seguir a los adultos, esta situación
era más evidente en el caso de las jóvenes obreras. Además del temor a los
castigos corporales, frecuentes en los medios obreros, esos niños y jóvenes
estaban muchas veces sometidos a la presión de ser uno de los principales
Sostenes, o hasta el único, de la familia. Los menores y las mujeres jóvenes
preferían el trabajo en el taller o en la fábrica, con todos sus
inconvenientes, al trabajo a domicilio
5)
El trabajo domiciliario, que aunque protagonizado
mayoritariamente por mujeres y una buena proporción de niños no excluía sin
embargo a un número importante de trabajadores varones.
En los centros urbanos; aparte de las industrias, se
insertaba de preferencia el trabajo domicilio. En 1913, estimaba en 60.000 el
número de mujeres que trabajaban a domicilio en el ámbito de la Capital Federal ,
una amplia mayoría pertenecían a la industria de la confección. El trabajo a
domicilio, ofrecía peores condiciones de trabajo que en los talleres, jornadas
más largas, menos salario y donde no existía la presión de los sindicatos
aunque aun así fue aumentando el trabajo a domicilio, favorecido además por una
constante disponibilidad de mano de obra, siempre renovada gracias a la
inmigración. El trabajo a domicilio se componía en gran parte de mujeres
adultas y también de menores de ambos sexos, se contaba también con algunos
varones adultos. Este trabajo era muchas veces el único recurso de mujeres
solas, viudas o solteras. En los establecimientos, las obreras recibían
generalmente el material preparado de antemano y disponían de maquinaria más
moderna. En cambio, en su casa las mujeres debían comprar la máquina de coser y
todo el material de costura. Aun así algunas mujeres preferían el trabajo a
domicilio.; Eran las que Bialet Massé llamaba "trabajadores
vergonzantes". Se trataba de mujeres de "buena familia",
generalmente viudas provenientes de sectores arruinados de la "aristocracia"
provincial, que se veían constreñidas a recurrir .a la costura para asegurar su
sobrevivencia.
La jornada de trabajo a domicilio era mucho más larga que en
los talleres. La irregularidad del trabajo era uno de los grandes problemas que
afectaba más del 50% de las obreras a domicilio, particularmente durante el
invierno debido a las variaciones que sufría la demanda de algunos artículos
según las temporadas.
Las condiciones de salubridad del trabajo a domicilio eran
precarias. El taller era al mismo tiempo casi siempre dormitorio, comedor y
cocina, mal aireados, con escasa luz, improvisados, ofrecían muy malas
condiciones de trabajo y de vida. La falta de higiene en el trabajo a domicilio
no era percibida únicamente como un riesgo para la salud de los trabajadores,
sino también como un canal de transmisión, de enfermedades al conjunto de la
población, también era un frecuentemente agente transmisor de enfermedades
infantiles.
La costura a domicilio constituía uno de los escalones más
bajos del mundo obrero argentino. Las planchadoras constituían la
"aristocracia" del trabajo a domicilio; podían ganar más que una
costurera, sin embargo el esfuerzo físico era mayor y además se veían afectadas
por el calor. Numerosos menores, niñas y jóvenes en su mayoría, trabajaban a
domicilio generalmente como ayudantes aprendices. La explotación también
afectaba a las mujeres ancianas. Los trabajadores a domicilio quedarían
marginados de las reformas introducidas por la ley 5.291 sancionada en
1907 y entrada en vigencia en 1908. En la base de la ley
estuvo un proyecto presentado por el diputado Socialista Palacios. El proyecto
original fue sustancialmente modificado. Una de las principales oposiciones que
recibió el proyecto original de Palacios estaba referida a cualquier iniciativa
tendiente a establecer una jornada determinada de trabajo. Otro de los puntos
más controvertidos del proyecto original fue el referido al reposo pago para
las mujeres embarazadas antes y después del parto. La versión final de la ley
sólo contemplará el período post-parto y no preverá pago alguno. Los
empresarios insinuaban en sus declaraciones, que si la ley se aprobaba sin las
modificaciones que ellos proponían, deberían en muchos casos cerrar sus
establecimientos.
La ley 5.291 aprobada
finalmente el 14 de octubre de
l907. La mayoría de las disposiciones Se referían al trabajo
de los menores. Se prohibía contratar menores de 10 años como también a
aquellos menores que no hubieran terminado su período de escolarización. Pero
al mismo tiempo la ley establecía un mecanismo que permitía alterar esa
prohibición. En efecto, el trabajo de esos menores podría ser autorizado por el
juez si lo consideraba indispensable a la sobrevivencia de la familia. Otros
puntos concernientes a los menores eran la prohibición del trabajo nocturno, o
en actividades susceptibles de perjudicar su estado físico o moral; se reducía
la jornada a ocho horas diarias y se establecía que los menores de 12 años no
podían ser empleados en la industria. En lo concerniente a las mujeres se
prescribía que debían trabajar en lugares adecuados que preservaran sus
condiciones de Salud; que Cuando fuera posible debían trabajar, sentadas, y
otras disposiciones relativas a las mujeres embarazadas.
A pesar de las
importantes modificaciones introducidas al proyecto original de Palacios, la
ley constituía un paso positivo en la protección del trabajo de mujeres y
menores. La ley no fue recibida con entera satisfacción por ninguna de las
partes interesadas.
La violación de la
ley no provenía únicamente de los patrones. A veces los propios menores bajo la
presión de los capataces y de los propietarios aceptaban aumentar sus horarios
más allá de lo permitido por la ley o trabajar en tareas que les eran
prohibidas. También ocurría que los padres empujados por sus necesidades
económicas recurrían a fraudes para hacer entrar en los talleres a menores que
no alcanzaban aun la edad re querida. El Poder Ejecutivo a autorizar al
Departamento Nacional del Trabajo, a través de un decreto de 1912, a otorgar a pedido de
los padres, permisos de trabajo a los menores que tuvieran documentación
adecuada. El movimiento obrero recibió la sanción de la ley con mayor
confianza. La concepción dominante en el conjunto de la sociedad era que se
consideraba al trabajo de la mujer como una plaga. Porque el trabajo de la
mujer estaba en el origen del desmembramiento de la familia y recaía sobre
la salud y la educación de los niños. Se
consideraba que era la miseria social la que la obligaba a trabajar fuera de su
casa y en consecuencia a abandonar su función "natural" de madre y de
ama de casa. Este tipo de concepción del trabajo femenino no era Sin embargo
exclusivo de los medios burgueses. Esta no era esta la concepción dominante
entre los socialistas, estos pensaban que la fábrica era una escuela de
formación para la clase obrera, lo que era tan válido para los hombres adultos
como para las mujeres y los menores. La solución no consistía en expulsar a las
mujeres de las fábricas, sino en obtener por el conjunto de los trabajadores
mejores condiciones laborales y salariales.
La preocupación por la presencia de los menores en las
fábricas no sólo por su superexplotación sino también porque era vista como un
elemento potencial de depreciación del salario y descalificación del trabajo de
los adultos, era antigua en el movimiento obrero argentino.
Después de la sanción de la ley 5.291 los sindicatos Obreros
comenzaron a hacerse cargo de la disposición que prohibía el empleo de menores
de 14 años que no supieran leer ni escribir.
Las denuncias sobre la situación de los menores que
trabajaban eran frecuentes en los periódicos obreros. Los anarquistas no
fijarán abiertamente una posición sobre si los menores y las mujeres debían O
no trabajar en fábricas y talleres. En cambio, en los periódicos sindicales
habrá frecuentes alusiones a esta cuestión.
No obstante la posición que en general adoptaron sobre el
trabajo de niños y mujeres, en ciertas ocasiones los Socialistas tendrán
actitudes similares a las de sus oponentes. Las oscilaciones de los Socialistas
demostraban que uno de los ejes de la discusión era el temor al reemplazo
progresivo del trabajo masculino por el femenino.
Si se puede pensar
que al trabajo a domicilio como un accidente de la tercerización contemporánea
porque consistió en que la población ocupada en el sector
terciario (servicios) paso a ser más numerosa que la del sector secundario (industria),
y la forma de trabajo propia de este sector se difundió por todos los demás, tercia rizándolos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario